martes, 19 de marzo de 2024
"Los pueblos de Europa representan una sola familia en el mundo. No sería muy inteligente imaginarse que en un espacio tan estrecho como el de Europa, una comunidad de pueblos pueda por mucho tiempo mantener sistemas de leyes que descansen sobre concepciones diferentes.”  (Adolfo Hitler, discurso ante el Reichstag, 7 de marzo de 1936)

Apuntes sobre la construcción europea. Contribución a un debate fundamental (I)

Nota: este artículo es una versión acortada y ligeramente modificada de un artículo que escribí bajo el seudónimo de Joaquín García Igual y publicado a finales de 2016 en el blog de Francisco Ciutat http://mismanosmicapital.blogspot.com.es/ (en la versión anterior, hacía una larga digresión sobre la izquierda europea, que he suprimido en esta nueva versión). Debido a su extensión, para una mayor facilidad de lectura lo publicaré en dos partes.

Introducción

Es algo comúnmente aceptado por parte de la izquierda que la Unión Europea (UE) es sinónimo de ultra-liberalismo, pobreza creciente, desregulación de la economía, privatizaciones, deslocalizaciones y dictadura abierta al servicio del gran capital transnacional. Es más, la opinión compartida por casi todo el espectro político es que no funciona «como debería». Sin embargo, tras hacer un diagnóstico correcto, la práctica totalidad de los partidos políticos, desde la extrema derecha hasta cierta izquierda “radical” –con honrosas excepciones– llega a la conclusión de que el remedio a la enfermedad no pasa por romper con la UE, como sería lógico, sino por “cambiar Europa”.

Un ejemplo paradigmático de esta miopía política, que vuelve incapaz de ver más allá de la UE, lo pudimos ver en las declaraciones de la portavoz de Izquierda Unida en el parlamento europeo Marina Albiol tras el ‘Brexit’. Después de declarar que la salida del Reino Unido de la UE era “fruto de las políticas económicas austericidas[1] impuestas desde Bruselas y Berlín”, Albiol hacía un llamamiento a “construir un nuevo modelo de integración que ponga a las clases populares en el centro de las decisiones”.[2] ¿Se imagina el lector si en el periodo 1939-1945 algún líder de la resistencia hubiese dicho que, al ser insoportable la ocupación de los ejércitos nazis en Europa, hacía falta construir otro III Reich “que ponga a las clases populares en el centro de las decisiones”? Y sin embargo, salvando las distancias, es prácticamente la misma afirmación.

Más asombroso aún era que Albiol, pareciendo una comisaria europea, añadía que “la solución no pasa por salidas aisladas en clave nacionalista, que alimentan la xenofobia”, reproduciendo así el discurso del establishment europeísta sobre el ‘Brexit’, que criminalizaba al pueblo británico por haber votado incorrectamente (como si todos los que hubiesen votado a favor del ‘Brexit’ fueran xenófobos, argumento clásico de la propaganda europeísta).

Esta afirmación no es gratuita. Al día siguiente del ‘Brexit’, el “filósofo” multimillonario Bernard-Henri Lévy –que, recordémoslo, es un agente israelí y un criminal de guerra– escribía en el diario Le Monde un artículo donde afirmaba que el ‘Brexit’ es “la victoria de la derecha dura sobre la derecha moderada –entiéndase que los Cameron, Merkel y Sarkozy son la “derecha moderada”– y de la izquierda radical sobre la izquierda liberal. Es la victoria, en los dos campos, de la xenofobia, del odio por tiempo recocido del inmigrante y la obsesión con el ‘enemigo interior’”.[3]

Esta coincidencia en lo discursivo entre Marina Albiol y Bernard-Henri Lévy se debe al fuerte calado que ha tenido la ideología europeísta en la izquierda. Esta ideología tiene carácter ecuménico porque resulta ser compartida por casi todas las fuerzas del arco parlamentario –prácticamente desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda–, que asumen que la construcción europea es un proceso que se ha impuesto por sí mismo de la forma más natural –incluyendo a los que afirman estar a favor de “otra Europa”–, cosa que les impide pensar en cualquier proyecto político más allá de las coordenadas de la UE.

Otro ejemplo claro de cómo la izquierda ha asumido la ideología europeísta la pudimos ver en un artículo del ex-secretario general del PCE Francisco Frutos, escrito el pasado marzo mes de marzo con ocasión del 60º aniversario de la firma del Tratado de Roma. En su cruzada personal contra la actual dirección del PCE, Frutos llegaba a atacarla indirectamente incluso cuando acierta, con el siguiente comentario: «Y como yo no creo en los milagros que predican algunos, de izquierda, de extrema izquierda o de extrema derecha, referentes a que destruyendo la UE y el euro y volviendo a unos Estados-nación reforzados, todo irá mejor, propongo hacer lo posible para que la clase trabajadora europea, la de origen y la nueva procedente de flujos migratorios, tome consciencia de que su emancipación social sólo será posible, con su unidad y esfuerzo colectivo, denunciando y combatiendo las actitudes y políticas de sobreexplotación, xenófobas y racistas, y defendiendo unas condiciones laborales y sociales iguales para todos/as por un mismo trabajo.»[4] Con lo cual, parece que Francisco Frutos tiene mucho más en común con Marina Albiol de lo que él quisiera creer… Por muy enfrentados que parezcan estar unos y otros en el seno de la familia PCE-IU, casi todos (o muchos, al menos) parecen compartir todos una misma idea ecuménica, a saber, que la integración europea es algo tan natural cuya existencia o concepto no debe cuestionarse.

En un artículo escrito en 2015, Enrique Castells Turia definía la naturaleza de esta ideología europeísta con las siguientes palabras:

“El objetivo de la izquierda europeísta es hacer calar entre los trabajadores y los pueblos el mensaje de que es posible una unidad europea que contemple los derechos sociales y laborales sin necesidad de romper el marco político y económico vigente. Se trataría de una Europa democrática donde los intereses de los trabajadores defenderían sus propuestas de igual a igual con los grandes poderes –públicos y privados–, las instituciones y el mundo de los grandes negocios y las altas finanzas en el marco de un corporativismo europeo armonioso.”[5]

Se pueden identificar tres tipos de europeístas:

1) los europeístas convencidos, cuya filiación política puede abarcar desde los conservadores hasta la socialdemocracia, pasando por los liberales y los ecologistas del tipo Daniel Cohn-Bendit (otanista convencido). Son los políticos profesionales y tecnócratas a sueldo del capital financiero y las transnacionales que llevan a toda marcha la construcción europea por encima de la voluntad de los pueblos.

2) los europeístas ingenuos o hipócritas. Son aquellos que por democratismo infantil o pura hipocresía reconocen que la UE no es lo que debería ser, que está “mal gobernada” o que incluso es una “buena idea mal aplicada”, pero cuya posición final es que es posible “otra Europa”. De hecho, en este grupo se podrían incluir a prácticamente todas las familias políticas. Así, mientras la extrema derecha habla de una “Europa de las naciones”, la socialdemocracia habla de una “Europa social”, y la izquierda radical-europeísta habla de una “Europa de los trabajadores”. Hasta los conservadores no tienen reparos en emplear el discurso sobre “cambiar Europa”. En 2005, interrogado sobre el referéndum sobre la Constitución Europea, Nicolás Sarkozy –en aquel momento ministro de interior francés– declaraba al diario Libération: “¿Queréis cambiar Europa? ¡Votad sí!”.[6]

En el campo de la izquierda, un ejemplo de libro de este tipo de europeísmo lo tenemos en el dirigente de Podemos Pablo Iglesias Turrión, que después de la capitulación del gobierno de Tsipras en julio de 2015, declaraba:

“Nosotros no definimos nuestra política exterior por cuestiones electorales, sino porque pensamos que hace falta una Europa más democrática y más justa. Creemos que los ciudadanos españoles saben perfectamente que hace falta una Europa más democrática y diferente a la Europa de la austeridad que nos ha llevado al desastre”.[7]

Por si no quedaba claro, pocos días después Iglesias aclaraba:

“Somos europeístas pero también demócratas. Los que están destruyendo Europa son instituciones como la Troika”.[8] Pero es exactamente al revés: la ‘Troika’ es quien precisamente está llevando el proyecto europeo a implementación.

3) los europeístas «muy a pesar de ellos». Son los más sutiles. Es hasta posible que algunos lo sean inconscientemente, aunque a efectos prácticos el resultado sea el mismo. Se trata de sectores de la izquierda que han asumido que la UE es irreformable y que no es posible llevar a cabo un programa de transformación social en el seno de la UE, pero que por algún motivo eluden sistemáticamente hablar de la conclusión lógica a esta premisa, que es la necesidad de salir de la UE.

Enrique Castells Turia también mencionaba el caso de euroescépticos o incluso anti-europeístas, cuya “influencia dentro de las organizaciones europeístas es insignificante y acaban tolerando el europeísmo en nombre de la unidad porque no se considera un grave problema que deba provocar discrepancias internas”, haciendo que “a efectos prácticos, la izquierda europeísta presenta su propio proyecto de unidad europea sin fisuras”.[9]

En resumen, estos europeístas dicen no querer la UE, pero en la práctica la defienden. Más adelante veremos algún ejemplo.

Tesis sobre los orígenes de la construcción europea

Los orígenes de la unidad europea actual: la Europa de los cárteles industriales y financieros, y el esfuerzo común para la destrucción de la Unión Soviética.

Este humilde trabajo pretende contribuir a la lucha contra la ideología europeísta y debate sincero sobre la necesidad de asumir la salida de la UE como punto programático de primer orden. Para ello ofreceremos algunas informaciones relativamente desconocidas sobre los orígenes de la construcción europea y refutaremos algunos lugares comunes sobre la UE.

Los sectores más euroescépticos de la izquierda en España suelen considerar que la UE es una herramienta al servicio de los monopolios europeos para garantizar un mercado cada vez mayor y más desregulado –cosa que en sí misma no es falsa–, siendo un proyecto exclusivamente endógeno de las élites europeas al servicio de los capitales europeos. Por ejemplo, en las tesis de su IX congreso, el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) definía a la UE de la siguiente manera:

“Lo que hoy conocemos como Unión Europea es el resultado de un proceso iniciado hace ya más de cincuenta años por los dirigentes de las economías más importantes de la Europa capitalista.

Al finalizar la II Guerra Mundial, con una Europa devastada tras la guerra desencadenada por el nazifascismo, los sectores oligárquicos de Europa Occidental decidieron poner en marcha un proceso de unificación de mercados. Lo que inicialmente era la eliminación de las restricciones al comercio de carbón, acero y energía atómica entre los países miembros, fue ampliándose hasta convertirse en la apertura de mercados a todos los ámbitos de la economía tal y como la conocemos hoy, comprendiendo el libre tránsito de trabajadores, capitales, mercancías y servicios.”

No pretendo afirmar que estas afirmaciones son erróneas: esta caracterización de la UE es sin duda parte de la explicación, pero creo que solamente enseña parte de la verdad, pues ignora que la UE es al mismo tiempo y sobre todo un proceso tutelado de la A a la Z por los Estados Unidos de América. Esto será comentado más adelante.

No obstante, hay parte de verdad en lo que dice el PCPE, y es que los monopolios europeos tienen mucho que ver con el proyecto de construcción europea. Lo que hay que recalcar es que, previamente a la construcción europea iniciada con el Tratado de Roma en 1957, los nazis ya habían intentado poner en pie un proyecto geopolítico basado en la ideología europeísta, bajo hegemonía del III Reich.

Tesis 1: el primer intento de construcción europea fue llevado a cabo por el nazismo

Si bien los nazis fueron los primeros en llevar el proyecto europeísta a implementación, hay que decir que ya existía antes un caldo de cultivo ideológico que promovía el concepto de una «Europa» unida. Podríamos remontarnos al discurso de 1849 del escritor francés Víctor Hugo sobre los «Estados Unidos de Europa», cuya lectura es recomendable, por su claro carácter racista y colonialista. Pero creo que el claro antecedente en el que habría que detenerse en el caso del conde Richard de Coudenhove-Kalergi, aristócrata hijo de un diplomático austriaco y una madre japonesa, que en octubre de 1923 publicó el primer manifiesto a favor de la «unidad europa», el llamado «manifiesto Pan-Europa», que supuso la creación en 1924 del Movimiento Pan-Europa (MPA), cuya meta era la unidad de una Europa cristiana, libre de «nihilismo, ateísmo y el inmoral consumismo» frente al posible avance del comunismo soviético.[10]

Entre las ideas avanzadas por el MPA, estaban entre otras cosas, la creación de una «unión aduanera y monetaria» para la reorganización del espacio económico europeo (en este sentido el MPA anticipaba el Tratado de Roma de 1957), y el establecimiento de los «Estados Unidos de Europa» por medio de la abolición de la fronteras, que se habrían convertido en simples límites administrativos entre Estados miembros. Esta unión sería gobernada por:

  • una «Cámara de los pueblos» formada por 300 diputados (que de alguna forma anticipaba el actual Parlamento europeo);
  • y una «Cámara de los Estados» que contaría con 26 miembros (un diputado por cada Estado miembro – es decir, casi exactamente lo mismo que la actual Comisión europea).[11]

En el primer congreso del MPA en 1926 en Viena, se decidió que el «Himno a la alegría» de Beethoven se convertiría en en el himno de Europa, cosa que sigue siendo de actualidad.

A riesgo de que me acusen de conspiracionista, creo importante añadir que el MPA fue financiado a partir de 1925 por Max Warburg, patrón del banco alemán Warburg, por iniciativa del barón Louis de Rotschild. El hermano de Max Warburg, Paul Warburg, que se había convertido en ciudadano estadounidense en 1911, fue vice-presidente de la Reserva Federal Alemana (FED) cuando apenas estaba balbuceando, y que, recordémoslo, es un Banco central totalmente independiente del poder político (y que hoy se ha convertido en un lobby sionista, desde hace varias décadas su presidencia ha estado ocupada exclusividad desde 1987 por judíos ultra-sionistas).[12] Es importante tener en cuenta estas conexiones para darse cuenta de que el proyecto europeísta no solo atañe a «Europa».

Es más, después de la II guerra mundial, Coudenhove-Kalergi fue la primera persona en recibir el premio Carlomagno, premio otorgado en la ciudad de Aquisgrán, Alemania, con el que, según Wikipedia, «son distinguidas personalidades en el ámbito europeo en general y en la Unión Europea en particular». En su discurso, titulado «La descomposición de las naciones modernas», Coudenhove-Kalergi afirmaba querer una Europa unida «de Islandia a Turquía y de Finlandia a Portugal», añadiendo que era necesario crear una «unión atlántica» con una federación entre Estados Unidos, Reino Unido (haciendo de puente) y Europa.[13] La idea de mercado trasatlántico no ha surgido pues de la mente prolífica de Barack Obama, sino que se remonta a muy atrás en el tiempo.

El MPA sigue existiendo a día de hoy, disponiendo de varias sedes en varios países europeos, teniendo su secretaría general en Múnich.

Esta es la portada de una obra del conde Coudenhove-Kalergi publicada en 1923, Europa, Erwacht! («Europa, ¡despierta!»). Podemos observar que hay una nación, en color ojo, muy mala y peligrosa, que representa una amenaza para la civilización europea.
Esta es la bandera que había pensado el Movimiento Pan-Europa para los «Estados Unidos de Europa»: bajo fondo azul, la cruz de los cruzados. La idea de defensa de la cristiandad estaba muy asociada a la ideología europeísta.

Al mismo tiempo que Coudenhove-Kalergi desarrollaba su proyecto, a idea de construir una “nueva Europa” también había sido defendida, desde los años 20, por los grandes trusts alemanes (los llamados konzern) para ampliar su escala de producción y crear un gran mercado europeo e incluso euro-americano.

Se podrían citar varios ejemplos, pero vamos a centrarnos en los dos grandes carteles alemanes que defendieron la idea de “nueva Europa” y que tuvieron un papel clave en el ascenso de Hitler al poder.

El primero de ellos es el cartel de la industria química IG Farben (del cual formó parte la empresa Bayer), que en 1927 concluyó un acuerdo para un programa conjunto de investigación y desarrollo con la Standard Oil de Rockefeller. En 1928, IG Farben fusionó sus activos con los de Henry Ford, y el 9 de noviembre 1929 se creó un gran cartel petroquímico internacional con la fusión de las británicas ICI y Shell y las estadounidenses Standard Oil y Dupont. Se podría decir que se trataba de los antecedentes de los actuales TTIP y CETA, que no son más que la culminación del proyecto europeísta). En el momento de iniciarse la II Guerra Mundial, IG Farben había firmado acuerdos con unas 2.000 empresas, incluyendo Ford, Alcoa, General Motors, Texaco o Procter & Gamble.[14]

Más tarde, en la Conferencia de la Comunidad Económica Europea de 1942 (como podemos observar, ¡la CEE ya existía con los nazis!), Anton Reithinger, gerente del IG Farben, en la conferencia de la Comunidad Económica Europea de 1942, habló del equilibrio entre los diversos intereses de los socios del espacio económico europeo y sus intereses comunes, afirmando que: Para poner estos intereses en práctica se requiere […] una creencia en la idea europea y en la misión europea de Alemania”.[15]

El otro gran cartel que fue decisivo en el ascenso de Hitler al poder fue el cartel internacional del acero, que abrió sus oficinas en Luxemburgo en 1926. Su componente alemana, Vereinigte Stahlwerke, reunía los cuatro mayores productores alemanes, dirigidos entre otros por Fritz Thyssen, Ernst Poensgen y Otto Wolf. Este grupo llegaría a recibir 100 millones de dólares de parte de inversores estadounidenses.[16]

Durante la firma del primer acuerdo internacional para la conformación del cartel, el 30 de septiembre de 1926, los grandes industriales del acero declararon que dicho acuerdo era el primer paso hacia la formación de “los Estados Unidos económicos de Europa”. 12 años más tarde, más del 90% del hierro y del acero comercializado en el mundo estaba bajo el control del cartel. Las industrias del acero de Austria, Polonia, Checoslovaquia, Reino Unido y Estados Unidos formaban parte del cartel, no obstante bajo hegemonía alemana.[17]

Para subrayar el hecho de que la voluntad de utilizar a Hitler para la creación de estos “Estados Unidos de Europa” no provenía solamente del capital de origen alemán, es preciso citar también el caso del Banco de Pagos Internacionales (BPI), con sede en Basilea y conocido como el “banco de los bancos centrales”, que descansaba en el modelo anglo-holandés de banco central que escapa totalmente al control de los Estados-naciones (curiosamente, lo que ocurre en la actualidad con el Banco Central Europeo).

El BPI fue creado en 1930 en el marco del plan Young[18] por los bancos centrales internacionales, notablemente el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de los Estados Unidos, a iniciativa del alemán Hjalmar Schacht, que por entonces era el director de la Reichsbank, el banco central alemán. Schacht ocuparía más tarde el puesto de ministro de economía del III Reich entre 1934 y 1937.[19] Este banco, que era co-dirigido por instancias estadounidenses y británicas –el estadounidense Thomas H. McKittrick fue su presidente entre 1940 y 1946– tuvo en su equipo directivo a personas como las que siguen:

  • el baron Kurt von Schröder, director de la JH Stein Bank de Colonia y principal financiador de la Gestapo y de las SS-Totenkopfverbände (“unidad calavera”).
  • el director de la Reichsbank Walther Funk y el economista nazi Emil Puhl, ambos nombrados personalmente por Hitler al consejo de administración del BPI.

Pues bien, hay que saber que los fondos estadounidenses y británicos destinados a financiar el acceso al poder de Hitler y posteriormente su maquinaria de guerra transitaban por el BPI. Debido a ello, en la conferencia de Bretton Woods de 1944 se emitieron dos resoluciones, una para disolver el BPI y otra para investigar sus cuentas. La primera resolución fue retirada después de presiones, y en cuanto a la segunda, nunca ha llevado a que se hicieran investigaciones, incluso hasta el momento actual, en el que el BPI sigue activo.[20]

Con la ocupación de la casi totalidad de Europa por parte del III Reich y aliados, el proyecto de fusión económica defendido los grandes carteles alemanes encontró su mejor expresión geopolítica. Más allá de las ideas de supremacía racial defendida por Hitler, el sueño del canciller del III Reich era construir una “Europa de las naciones” bajo hegemonía alemana, para defender la “civilización” frente a la barbarie judeo-bolchevique.

Ya en 1938, en una presentación en el Congreso del partido nazi, titulada La lucha por el destino de Europa en el Este, Rudolf Hess ya había explicado que la colonización alemana de Rusia llevaría la «civilización europea» a los bárbaros eslavos. Después de la invasión de la Unión Soviética, el ministro de Asuntos Extranjeros del III Reich Von Ribbentropp señalaba que la lucha contra el bolchevismo evidenciaba “una creciente unidad moral de Europa dentro del Nuevo Orden que nuestros grandes líderes han proclamado y preparado para el futuro de las naciones civilizadas. Aquí se encuentra el sentido profundo de la guerra contra el bolchevismo. Es signo de la regeneración espiritual de Europa”.[21]

Signal, una revista de propaganda de la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial, declaraba que «los soldados del Reich no solo defienden la causa de su patria sino que protegen cada nación europea digna de ese nombre”.[22] El problema estaba en las naciones europeas que no eran “dignas de ese nombre”, a saber, los pueblos eslavos y de otras etnias de la URSS, considerados inferiores según las teorías raciales de los nazis, y que además tenían el agravante de estar bajo un régimen comunista. Hoy, la historia parece repetirse, y aunque no se emplean los mismos términos, el bloque UE/OTAN parece considerar que Rusia sigue sin ser una nación europea “digna de ese nombre”, aunque ahora se avanzan los argumentos de los «derechos humanos» y la «democracia».

El 1 de febrero de 1941, con la mitad de Francia ya ocupada por las tropas alemanas, el canciller Adolfo Hitler declaraba: “1941 será el año histórico del gran reagrupamiento de Europa”.[23]

Cartel de la propaganda europeísta nazi: «Europa combate por tu bienestar». Se ve claramente quién es el enemigo de «Europa».

En 1943, el ministro de Asuntos Extranjeros del III Reich Joachim Von Ribbentrop declaraba: “Europa es ahora demasiado pequeña para soberanías pendencieras e independientes. Una Europa fragmentada es demasiado pequeña para preservar su naturaleza individual y mantenerse en paz, manteniéndose al mismo tiempo como potencial mundial.”[24] Esto es exactamente lo que se nos dice hoy para justificar la construcción europea: los países europeos son «demasiado pequeños» para competir con las grandes potencias de este mundo.

En 1943, el jurista nazi Roland Freisler, nombrado por Hitler para ser presidente del Tribunal Popular del Pueblo del III Reich, escribió una obra titulada El pensamiento jurídico de la joven Europa, donde decía cosas como las que siguen:

“De la historia de Alemania, Italia, España y de muchos pueblos de Europa […] podríamos invocar épocas enteras de la historia de estos pueblos bajo la marca innegable del cumplimiento de una misión paneuropea. Entre el tumultuoso ruido de las luchas de nuestra época, luchas en las que la providencia nos ha encomendado tomar parte, surge ante nuestra mirada y por nuestros esfuerzos una nueva Europa […] Esta Europa debe estar unida. Porque sólo cuando esté unida podría conservar su libertad. Y esta unidad debe ser integrada orgánicamente. Porque solamente así podrá desafiar vientos y tempestades.”[25]

Para construir la nueva Europa que deseaban, los nazis se inspiraron del propio modelo federal alemán. Creían que podía ser un modelo para Europa bajo el pretexto de que la absorción de los estados alemanes por parte de Prusia había sido un éxito. Y aseguraban –como suelen hacer siempre los grandes imperios– que los planes nazis de integración europea respetarían la soberanía nacional de los países miembros de Europa (esto mismo es lo decían los europeístas para convencer a las poblaciones de votar a favor del Tratado de Maastricht en 1992).

En 1940, Joseph Goebbels escribía: “Si nosotros, con nuestra perspectiva de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones, tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o cultural de, por ejemplo, el pueblo checo”.[26] Claro que esto lo decía después de que Chequia hubiese sido ocupada militarmente…

Cínicamente, los nazis también citaban el ejemplo de países satélites como Finlancia, Bulgaria, Rumanía, Croacia y Eslovaquia para demostrar que no tenían ninguna intención de intervenir en los asuntos internos de otros Estados: “La idea del liderazgo, que será el concepto dominante de la nueva vida internacional de Europa, es la negación de los métodos imperialistas de una época pasada: significa reconocimiento de la confiada cooperación de estados menores e independientes para abordar las nuevas tareas comunales.»[27]

Desde Víctor Hugo y Coudenhove-Kalergi hasta los actuales maastrichtianos, la propaganda europeísta siempre ha esgrimido el argumento de la paz como justificación para la integración europea, explicando que la integración de los países europeos en un proyecto federal permitiría ponerle fin a las guerras que los habían desangrado (como si el origen de las guerras no tuviera nada que ver con los intereses económicos de unas pequeñas élites, el reparto colonial del mundo, la conquista de nuevos mercados, las contradicciones internas del capitalismo con sus crisis cíclicas, etc.) En este sentido, los nazis no eran una excepción. Una versión avanzada del plan nazi sobre la futura “Confederación Europea” argumentaba que el problema europeo era que una multiplicidad de pueblos tenía que vivir en una superficie relativamente reducida en una combinación de unidad e independencia: “Su unidad debe ser tan firme como para que nunca más pueda haber guerra entre ellos y los intereses externos de Europa se puedan salvaguardar en su conjunto. Al mismo tiempo, los estados europeos deben conservar su libertad e independencia, para actuar de acuerdo con sus diferentes situaciones y misiones nacionales y cumplir su función particular dentro del marco más amplio, en un espíritu alegre y creativo.»[28]

El diplomático alemán Cecile Von Renthe-Fink escribía que la guerra de los alemanes era una guerra por la unidad y la libertad de europa para “crear y garantizar una paz duradera para los países europeos […] eliminar las causas de las guerras europeas, sobre todo el sistema de equilibrio de poder […] superar el particularismo europeo mediante la cooperación libre y pacífica entre los pueblos europeos.”[29] Como siempre, la inversión de la realidad como argumento: la guerra para justificar la paz o la cesión de soberanía para justificar la independencia de los pueblos. Exactamente al igual que hoy, cuando un Macron nos vende una “Europa que protege” al mismo tiempo que la UE autoriza la total libertad de circulación de capitales…

Hasta la mal llamada Constitución Europea,[30] rechazada en 2005 por los pueblos de Francia y Holanda, había sido una iniciativa de los nazis. El borrador nazi de Constitución para la Nueva Europa proclamaba el derecho de cada país a organizar su vida nacional como considere adecuado, siempre que respete sus obligaciones hacia la comunidad europea.[31]

Los nazis también habían pensado en un ancestro de la actual Comisión europea. El plan de integración europea de Renthe-Fink había previsto la necesidad de crear un Consejo Económico compuesto por representantes de los estados miembros, el cual se dividiría en comités destinados al comercio, la industria y la navegación, los asuntos de economía y moneda, las cuestiones laborales y sociales, la alimentación, la agricultura y los bosques. En el documento, se precisaba que entre los objetivos definitivos de la futura «Confederación Europea» estaría la creación de «una unión aduanera europea y un mercado libre europeo; un sistema central de clearing europeo y tasas de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea» así como la «la estandarización y mejoramiento de las condiciones de empleo y seguridad social».[32]

Los mismos elementos se encontrarían el 9 de mayo de 1950 cuando el francés Robert Schuman hiciera su famosa “declaración Schuman” en la que proponía la creación de una comunidad franco-alemana en la que hubiese una administración conjunta del carbón y del acero, así como en el Tratado de Roma de 1957 que establecía el famoso “mercado común” o Comunidad Económica Europea. En cuanto a la “estandarización de las condiciones de empleo y seguridad social”, estamos asistiendo a ella desde la firma del Tratado de Maastricht. Pero no se trata, precisamente de una “estandarización” por lo alto, sino más bien lo contrario.

Por supuesto, el proyecto europeísta de los nazis también fue defendido por el régimen colaboracionista francés de Vichy. De hecho, los vichystas eran ante todo europeístas, mucho más que pro-nazis. Su colaboración con los alemanes era un asunto circunstancial.[33] En los años 1941-1942, un cartel de propaganda del régimen de Vichy titulado “La Francia europea” explicaba cuáles eran los planes de Francia después de la victoria alemana en la guerra, que en aquella época se creía inminente. El cartel mostraba un mapa de Europa occidental, en el que en un rincón se notificaba “la construcción de Europa”.[34]

Cartel de la propaganda colaboracionista francesa. Los colaboracionistas eran ante todo europeístas, mucho más que pro-nazis.

El 20 de agosto de 1941, en un discurso ante el Consejo de Estado, el mariscal Pétain declaraba: “Estoy convencido de que la Revolución Nacional triunfará para mayor gloria de Francia, de Europa y del mundo.”[35]

En una obra titulada Primeros contactos Francia-Alemania, escrita por uno de los grandes intelectuales colaboracionistas, Jules Gros (que publicaba sus obras bajo el seudónimo de Géo Vallis) y publicada a finales de 1941, se dice:

“El mariscal Pétain y el canciller Hitler se reúnen en Francia. Mi corazón late al conocer esta información. Me parece que al fin el amanecer de una época realmente nueva. La paz se instala en Europa. La raza blanca está a salvo.”[36]

Es inevitable hablar también del caso del jurista alemán Walter Hallstein (1901-1982). Profesor de derecho en la Universidad de Rostock durante el III Reich, Hallstein fue un “demócrata de toda la vida” que después de la II Guerra Mundial resultó ser uno de los “padres fundadores” de la UE (en aquella época Comunidad Económica Europea – CEE). No se tiene constancia de que Hallstein fuera alguna vez miembro del partido nazi, pero se sabe que en 1935 declaró formar parte de la Asociación de Juristas Alemanes Nacional-Socialistas (Bund Nationalsozialistischer Deutscher Jurister – BNSDJ) y de la Asociación Nacional-Socialista de Enseñantes (Nationalsozialistischer Lehrerbund – NSLB).[37] En 1936 fue elegido decano de la Facultad de Rostock. No hace falta pues ser brillante para deducir que, ocupando tales cargos, Hallstein no era precisamente un izquierdista.

Walter Hallstein, hitleriano e importante funcionario de la Alemania nazi, reconvertido en demócrata y en uno de los padres de la unidad europea de postguerra. En la imagen se le puede ver en 1957 junto a Konrad Adenauer durante la firma del Tratado de Roma, que supondría el inicio de la Construcción Europea

Posteriormente, siendo oficial de la Wehrmacht, Walter Hallstein fue capturado por los estadounidenses en la ciudad francesa de Cherbourg el 26 de junio de 1944. A partir de allí, su evolución sería realmente asombrosa y tendría mucho que ver con la actual construcción europea.

El 9 de mayo de 1938, Adolf Hitler se había entrevistado en Roma con Benito Mussolini. Ambos dirigentes fascistas decidieron poner las bases de una Nueva Europa bajo su hegemonía. Después de este encuentro, Walter Hallstein fue el encargado de representar en Roma al gobierno nazi entre el 21 y el 25 de junio de 1938 durante las negociaciones con la Italia fascista para el establecimiento del marco jurídico de esta Nueva Europa en la que la soberanía de los pueblos sería arrebatada por los industriales y financieros. Al igual que ocurre hoy.

Más tarde habremos de volver sobre el caso del Sr. Hallstein.

Tesis 2: el proyecto nazi de construcción europea fue reciclado por el imperialismo estadounidense

Como ya hemos apuntado anteriormente, es una creencia común pensar que la UE es una estructura creada por y para los monopolios europeos. Esto no debe hacernos perder de vista que, como voy a demostrar a continuación, el proceso actual de construcción europea es ante todo un proyecto de inspiración estadounidense que recicló los viejos planes nazis.

Una vez iniciado el proceso de reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial, y al socaire del Plan Marshall, el imperialismo estadounidense desempolvó los viejos proyectos nazis de Nueva Europa para obtener una Europa occidental cohesionada y firmemente unida a los Estados Unidos contra el campo socialista, dejándolo todo “atado y bien atado” para que nunca más pudiese haber Estados europeos que no se sometan a los designios de Washington.

Aunque algunos dirigentes como Charles de Gaulle ya lo sabían, esto fue revelado al público por primera vez en un artículo del diario británico Daily Telegraph, con fecha del 19 de septiembre del 2000, escrito por el periodista Ambrose Evans-Pritchard, que informaba sobre un documento desclasificado del Departamento de Estado de los Estados Unidos que indicaba que, durante los años 50 y 60, los servicios secretos estadounidenses hicieron campaña para promover la unificación europea, , y que incluso promovieron, para este fin, la creación de una moneda única.

El artículo señalaba lo siguiente:

“Los dirigentes del Movimiento Europeo (Retinger, el visionario Robert Schuman y el antiguo primer ministro belga Paul-Henri Spaak) eran todos tratados como empleados por sus patrocinadores americanos.

“El papel de los Estados Unidos fue camuflado como para una operación secreta. El dinero del ACUE –American Committee for United Europe– provenía de las fundaciones Ford y Rockefeller –fundaciones pantalla de la CIA– así como de los círculos de negocios con lazos estrechos con el gobierno americano […] El departamento de Estado también jugaba allí un papel.

“Una nota proveniente de la Direction Europe, fechada el 11 de junio de 1965, aconsejaba al vicepresidente de la Comunidad Económica Europea, Robert Marjolin, el perseguir de manera subrepticia el objetivo de una unión monetaria.

“Esta nota recomendaba ‘impedir todo debate hasta el momento en que la adopción de tales propuestas se volvieran virtualmente inevitables’.”[38]

El documento del Departamento de Estado también citaba a un personaje importantísimo en la historia de la construcción europea, que ya hemos mencionado anteriormente, el francés Robert Schuman (que concretamente era de origen germano-luxemburgués), que era ministro de Asuntos Extranjeros durante la IV República Francesa, considerado como uno de los «padres de Europa» y al que el Partido Comunista Francés (PCF) calificaba como “el más americano de los hombres de negocios franceses”.[39] Esa condición de “padre” se debe sobre todo a su famosa declaración del 9 de mayo de 1950, donde declaró que la puesta en común de las producciones de carbón y acero en Europa sería la “primera etapa de la Federación Europea”. Hoy se sabe que esta declaración, que se suele atribuir a la genialidad de Robet Schuman, fue concebida y redactada por el Departamento de Estado y le fue entregada por Jean Monnet, otro “padre fundador”, al cual por otra parte Charles de Gaulle calificaba de “enfermo preocupado por encima de todo en servir a los americanos”.[40]

No está de más citar algunos datos de la vida de Robert Schuman que no suelen ser mencionados por sus hagiógrafos. Es importante saber que votó a favor de darle los plenos poderes a Pétain al final de la III República –aunque hay que saber que en eso coincidió una mayoría de diputados del Frente Popular, con la excepción del PCF, que estaba ilegalizado–, previamente a la inauguración del régimen de Vichy. Después, Schuman fue miembro del primer gobierno de Pétain, siendo el primero en reunirse con las autoridades nazis en la ciudad de Metz. Pese a que posteriormente fuera apresado por los nazis y permaneciera detenido hasta el final de la guerra, todo ello le valió ser amenazado de “indignidad nacional” por los comunistas y los gaullistas, cosa a la que se opuso el propio De Gaulle en aras de la reconciliación nacional. En resumen, este gran “padre fundador” de la UE era un colaboracionista.

Jean Monnet (izquierda) y el colaboracionista Robert Schuman (derecha), «padres fundadores» de la construcción europea. Y también agentes estadounidenses más que probados. Pero esto no es algo revelado recientemente al público. Es algo que en aquella época tanto gaullistas como comunistas sabían perfectamente.

Y aquí es cuando tenemos que volver a hablar del señor Walter Hallstein. Después de ser apresado por los estadounidenses, Hallstein fue hecho prisionero de guerra en Estados Unidos en Camp Como, Mississippi. Después, en el marco del Sunflower Project, destinado a reeducar a los prisioneros de guerra alemanes, fue transferido a Fort Getty, Rhode Island, para seguir allí unos cursos de “formación en democracia americana”.

Muy rápidamente, en 1945 Hallstein fue repatriado a la República Federal Alemana (RFA) –bajo ocupación militar estadounidense– donde pudo volver a ejercer de profesor universitario. Desde allí inició una carrera política en la CDU, convirtiéndose en Secretario de Estado para Asuntos Extranjeros del canciller Konrad Adenauer en 1951. Ocupando este cargo, Hallstein elaborará la “doctrina Hallstein”, negociando las modalidades de la construcción europea en nombre de la RFA.

Si bien no se tiene constancia de que Hallstein estuviese empleado por la CIA, el hecho de que en el plazo de 7 años haya pasado de prisionero de guerra a ocupar un alto cargo de Estado en la RFA –cosa que en sí misma resulta ser un milagro– invita a pensar que Hallstein estaba cuanto menos bajo el patrocinio de Washington. Y que los estadounidenses reciclaron a Hallstein, reutilizando a la vez el viejo proyecto nazi de construcción europea elaborado en 1938 –un dossier en el cual Hallstein tenía cierta experiencia– para implementarlo en las nuevas condiciones de Guerra Fría y de vasallaje de Europa Occidental.

El hecho de que los estadounidenses no hicieron más que desempolvar un viejo proyecto nazi fue confirmado por el diario británico Mail Online, que en su edición del 9 mayo de 2009 sacó a la luz un informe desclasificado de los servicios de información militares estadounidenses sobre la cuestión. Dicho informe revelaba que el 10 de agosto de 1944 –en un momento en la que la futura derrota del III Reich estaba más que clara– se celebró en Estrasburgo, concretamente en el Hotel Maison Rouge, una reunión entre industriales alemanes –entre los que se encontraban  Volkswagen, Krupp y Messerschmitt– y dirigentes nazis para organizar el “renacimiento de la Alemania de post-guerra, la vuelta de los nazis al poder y obrar por un imperio alemán fuerte”.[41] En otras palabras, la creación de un IV Reich europeo.

El Mail Online revelaba también que en aquella reunión se encontraban oficiales de la US Navy y del Ministerio del Armamento estadounidense, y que “con extraordinaria clarividencia, decidieron juntos que el IV Reich Alemán, a diferencia de su predecesor, sería un imperio más económico que militar, aunque no sería sólo alemán”.[42]

Así pues, el 25 de marzo de 1957 Walter Hallstein, antiguo jurista nazi, ministro de Adolfo Hitler y oficial de la Werhmacht, estuvo en Roma –otra vez Roma, sólo que ahora con “demócratas”– junto con Konrad Adenauer en la firma del Tratado de Roma que dará lugar a la Comunidad Económica Europea. Posteriormente, Hallstein sería presidente de la Comisión Europea entre 1958 y 1967.

Hallstein obtuvo en 1961 el premio Carlomagno, que se ofrece en desde 1950 en la ciudad de Aquisgrán, Alemania, y con el que, como ya dije anteriormente, se distinguen a personalidades e instituciones por su labor a favor de «Europa» en general y de la UE en particular. Una especia de gala de los Óscars para europeístas.

El nombre de tal premio se debe a que la figura de Carlomagno es y ha sido siempre muy importante en la mitología europeísta, por haber sido entre 768 y 814 d.c. rey del Imperio Carolingio, que ocupaba los territorios de Francia, Alemania y del norte de Italia.

De hecho, para los colaboracionistas franceses Carlomagno era una figura mitológica. En una carta postal del año 1942 editada por los correos de la Francia ocupada, que anunciaba la necesidad de celebrar el 1200 aniversario del nacimiento de Carlomagno, se decía lo siguiente:

“Doce siglos antes que se dibuje hoy la comunidad europea –es decir, la “nueva Europa” bajo hegemonía nazi–, Carlomagno había reunido bajo su cetro a los principales países de Europa.  –lo cual era una revisión descarada de la historia, pues no reunía ni la mayor parte de España, ni el sur de Italia, ni Inglaterra, etc.– Su imperio no era ni alemán, ni francés, era europeo.”[43]

En octubre de 1941, el grupo de intelectuales franceses colaboracionistas llamado Groupe Collaboration organizaba una conferencia de un tal Colin Ross, titulada “La llegada de una nueva Europa en el marco de un Nuevo Orden Mundial”. Después de decir que “Europa, incluyendo Francia, se ve amenazada al sur y al este, pese a que muchos franceses hayan podido ver en los rojos unos aliados y unos camaradas” –sirva esto para hacernos una idea de a qué se refieren los europeístas con “valores europeos”–, Ross afirmaba:

“Recordemos que Karl der Grosse y Carlomagno no son más que dos nombres diferentes para un héroe común a nuestros dos pueblos.

Es una gran comunidad que hay que volver a crear, y la volveremos a crear, pese a todo. No creo solamente en el acercamiento franco-alemán. Creo en Europa, en NUESTRA EUROPA, la Nueva Europa que será la gran patria común de los franceses y los alemanes.”[44]

En la lista de los ganadores del premio Carlomagno aparecen nombres significativos. Aparte de los ya conocidos “padres fundadores” de Europa (Jean Monnet, Robert Schuman, Alcide de Gasperi y el propio Hallstein), se encuentran personalidades españolas como Juan Carlos de Borbón, Salvador de Madariaga, Felipe González o Javier Solana, y estadistas como Winston Churchill, François Mitterrand, Helmut Kohl, Václav Havel –suponemos que en recompensa por la destrucción del socialismo en Checoslovaquia y la posterior partición del país– o Tony Blair.

Pero lo que ya resulta más sorprendente es que en esta lista aparecen los nombres de George Marshall, Henry Kissinger y William J. Clinton, lo cual es cuanto menos extraño para un premio que distingue a “personalidades del ámbito europeo”. Pero a estas alturas, el lector habrá comprendido que no hay ninguna incoherencia en ello.

El lector que aún tenga alguna duda sobre los orígenes estadounidenses de la construcción europea debería saber que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, la primera persona en recuperar la idea nazi de crear una Constitución Europea no fue ni francesa, ni alemana, ni belga, ni italiana. Fue el señor Dwight Eisenhower, cuando era comandante supremo de las fuerzas de la OTAN. El 27 de octubre de 1951, Eisenhower declara a la revista Paris-Match:

“Nada podría ser más agradable que aprender que los Estados de Europa Occidental han decidido reunir en una ciudad de Europa, pongamos Luxemburgo, a delegados responsables con el mandato de redactar el acta constitucional de Europa…”

Y añadía:

“Ninguna decisión podría ayudarnos mejor en el objetivo que perseguimos”.

Estas declaraciones también deberían ser suficientes para refutar toda creencia de que la construcción europea supone un “contrapeso” a los Estados Unidos. Muy al contrario, la totalidad de los Estados europeos que han ingresado en la UE han terminado integrándose en la OTAN, lo cual nos indica que existe un maridaje entre ambos organismos. El señor George W. Bush lo dejó muy claro el 15 de junio de 2001 en un discurso en la Universidad de Varsovia, en el que dijo:

“Todas las nuevas democracias de Europa, del Báltico al Mar Negro y todas las que se encuentran situadas entre ambos, deben tener las mismas oportunidades para la seguridad y la libertad, y las mismas oportunidades de unirse a las instituciones Europas. Todas las naciones deberían comprender que no hay ningún conflicto entre la pertenencia a la OTAN y la pertenencia a la UE”.

Y añadía:

“Damos una buena acogida a una Europa verdaderamente unida.”[45]

Interrogada acerca del referéndum en Francia sobre la Constitución Europea durante una visita a Lituania el 21 de abril de 2005, la Secretaria de Estado de la administración Bush Condoleeza Rice declaraba:

“Hemos apoyado firmemente el proyecto europeo, su culminación, así como a la Unión Europea. Desde nuestro punto de vista, la continuación del éxito de la construcción europea es importante.”[46]

¿Realmente puede creerse que si la UE sirviera para hacer contrapeso político, económico y militar a los Estados Unidos, los dirigentes del imperialismo estadounidense harían semejantes declaraciones? ¿Qué pudiesen apoyar con tanta vehemencia algo que supuestamente va en contra de sus intereses?

La total dominación de los Estados Unidos sobre las instituciones europeas se puede comprobar en la cantidad de comisarios europeos que están en la nómina de Washington. François Asselineau, antiguo funcionario del Ministerio de Finanzas de Francia y presidente del partido anti-europeísta Unión Popular Republicana, reveló que más de un tercio de los integrantes de la primera Comisión Europea Durão Barroso habían hecho sus estudios en los Estados Unidos, y estimó que alrededor del 80% defendían constantemente los intereses de los Estados Unidos[47], empezando por el propio José Manuel Durão Barroso, que ha sido un agente de la CIA desde sus tiempos de militante del maoísta Partido Comunista de los Trabajadores Portugueses.[48]

Y para ilustrar la total dominación del capital financiero de Wall Street sobre Europa (lo cual no significa que minimice la importancia del capital financiero europeo), haríamos mal en no mencionar a la banca de inversión Goldman Sachs International, cuyo presidente es el antiguo comisario europeo irlandés Peter Sutherland, que también forma parte del comité del Grupo Bilderberg. Bajo su autoridad, en noviembre de 2011 el antiguo vicepresidente de Goldman Sachs Europe Mario Draghi fue nombrado presidente del BCE. También bajo la autoridad de Sutherland, el antiguo asesor de Godman Sachs Mario Monti fue nombrado presidente de Italia sin pasar por ningún cauce electoral, en noviembre de 2011 igualmente. También en 2011, el presidente griego Papandreou fue defenestrado por esta misma oligarquía financiera para ser sustituido por Lukas Papademos, antiguo consejero del Banco Federal de Boston y gobernador del Banco de Grecia entre 1994 y 2002, ¡precisamente cuando Grecia se “calificó” para entrar en la zona euro gracias a la falsificación de sus cuentas por parte de Goldman Sachs! Y por si fuera poco, recientemente el señor Durão Barroso fue elegido presidente no ejecutivo de Goldman Sachs International, en recompensa por los servicios prestados.

¿Con esta gente pretende la izquierda europeísta construir su “otra Europa”?

En definitiva, la construcción europea y Departamento de Estado son dos cosas que van unidas de la mano. Esto lo supo ver muy bien Charles de Gaulle, que en su conferencia de prensa del 15 de mayo de 1962 decía estas lúcidas palabras:

“Se nos dice: “Fundemos juntos a los seis Estados en una entidad supranacional: así todo será muy simple y muy práctico”. Son ideas que pueden seducir a algunos espíritus, pero no veo en absoluto cómo podríamos hacerlas realidad prácticamente, aun si tuviéramos seis firmas debajo de un papel.Es cierto que en esta Europa “integrada”, como suele decirse, tal vez no habría política en absoluto. Esto simplificaría mucho las cosas. En efecto, a partir del momento en que no haya Francia, ni haya Europa, que no hubiese política al no poder imponerla a cada uno de los seis Estados, nos abstendríamos de hacer política.

Pero entonces tal vez este mundo se pondría a la cola de alguien del exterior que sí tendría, en cambio, una política. Tal vez habría un federador, pero no sería europeo.”

El general De Gaulle lo había comprendido todo acerca de la trampa que suponía la construcción europea.

En su conferencia de prensa del 15 de mayo de 1962, el presidente Charles de Gaulle había vaticinado que la Europa supranacional llevaría a que los países de Europa Occidental se colocarían detrás de un «federador exterior» que, añadía, «no sería europeo». Todo el mundo había comprendido a quién se refería.

________________________________

 

 

[1] Debería ser hora ya de dejar de emplear este tan manido término (“austericidio”), pues si asumimos que el homicidio es el asesinato de otra persona, el parricidio el asesinato del padre, etc. entonces deberíamos deducir que el “austericidio” es la muerte de la austeridad. Es decir, ¡exactamente lo contrario de lo que se pretende decir con este novedoso término!

[2] IU cree que el Brexit es consecuencia de una UE que no da respuesta a las necesidades de las clases populares y llama a reconstruir Europa, 24 de junio de 2016 http://www.izquierda-unida.es/node/16139

[3] Bernard-Henri Lévy, Etrange défaite à Londres, Le Monde, 25 de junio de 2016.

[4] Paco Frutos, 60º aniversario de la Unión Europea y España, 27 de marzo de 2017.

[5] Enrique Castells Turia, Izquierda Europeísta, políticas de traición nacional y de guerra contra los trabajadores. Tsipras y el pinochetismo de izquierdas, 18 de julio de 2015.

[6] Parce qu’il n’aime pas cette Europe, Sarkozy votera oui, Libération, 22 de abril de 2005.

[7] Pablo Iglesias defiende a Tsipras: «Ha cedido muy poco y ha llegado a un buen acuerdo», El Diario, 23 de junio de 2015

[8] Pablo Iglesias cierra la campaña griega: «Tsipras es un león. Podemos está con él», El Mundo, 18 de septiembre de 2015.

[9] Enrique Castells Turia, op. cit.

[10] Luisen Segura, Los oscuros orígenes de la Unión Europea, 24 de diciembre de 2014 http://drugstoremag.es/2014/12/los-oscuros-origenes-de-la-union-europea/

[11] François Asselineau, Les origines cachées de la construction européenne, conferencia ofrecida el 24 de abril de 2014 https://www.youtube.com/watch?v=Qj5utZJm1dA

[12] Entrevista a Pierre Hillard, Comprendre le nouvel ordre mundial avec Pierre Hillard sur la libre antenne de Meta TV, 5 de diciembre de 2013 https://www.youtube.com/watch?v=HV4UtVSArvo

[13] Ibíd.

[14] François Asselineau, op. cit.

[15] Juan Manuel Olarieta, La Unión Europea: un sueño nazi hecho realidad https://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com.es/2017/03/la-union-europea-un-sueno-nazi-hecho.html

[16] François Asselineau, op. cit.

[17] Ibíd.

[18] Programa establecido entre 1929 y 1930 para resolver el problema de las reparaciones de guerra impuestas a Alemania al finalizar la Primera Guerra Mundial, que llevaba el nombre del banquero estadounidense Owen D. Young.

[19] Curiosamente, Schacht fue absuelto en 1946 por el Tribunal de Nuremberg pese a ser acusado de crímenes contra la paz por su contribución a la militarización de la economía alemana. Fue condenado no obstante a 8 años de trabajos forzados por un tribunal alemán de desnazificación, pero de nuevo liberado en 1948. En 1953 volvió a los negocios financieros fundando la Deutsche Außenhandelsbank Schacht & Co., que dirigió hasta 1963.

[20] François Asselineau, op. cit.

[21] Juan Manuel Olarieta, La Unión Europea: un sueño nazi hecho realidad

[22] Ibíd.

[23] Portada del diario Paris Soir, 1 de febrero de 1941.

[24] Cecile Von Renthe-Fink, Nota sobre el establecimiento de una confederación europea, agosto de 1943, citado por John Laughland, La libertad de las naciones, 2001.

[25] Citado en François Asselineau, op. cit.

[26] Juan Manuel Olarieta, op. cit.

[27] Ibíd.

[28] Ibíd.

[29] Ibíd.

[30] En realidad, el proyecto de «Constitución europea» de 2005 no tenía nada de constitución. Se trataba de otro tratado europeo como lo habían sido los tratados de Maastricht, Amsterdam o Niza. Pero se había decidido, particularmente a iniciativa de los dirigentes del Reino Unido (donde no hay constitución), que se le diera el nombre de «Constitución europea» para contentar a los dirigentes franceses y satisfacer su gusto por las «gestas» históricas.

[31] Juan Manuel Olarieta, op. cit.

[32] Ibíd.

[33] Prueba de ello es que el régimen de Vichy nunca dejó de tener embajada de los Estados Unidos. Se sabe que el mariscal Pétain se reunía muy frecuentemente con el embajador estadounidense, a quien no dudaba en subrayar que Estados Unidos podría contar con el régimen de Vichy si el viento viniera a soplar de otra parte.

[34] L’histoire de Walter Hallstein, Gazette Française, 14 de diciembre de 2015 https://gazettefrancaise.wordpress.com/2015/12/14/un-nazi-devenu-president-de-la-commission-europeen/

[35] Citado en François Asselineau, op. cit.

[36] Ibíd.

[37] Thomas Freiberger, Der friedliche Revolutionär: Walter Hallsteins Epochenbewusstsein, en Entscheidung für Europa: Erfahrung, Zeitgeist und politische Herausforderungen am Beginn der europäischen Integration, de Gruyter, 2010

[38] Ambrose Evans-Pritchard, Euro-federalists financed by US spy chiefs, Daily Telegraph, 19 de septiembre de 2000.

[39] François Asselineau, Quelle était l’analyse du Parti Communiste Français sur « l’Europe » de 1947 a 1980?, 26 de agosto de 2013.

[40] Alain Peyrefitte, C’était De Gaulle, tomo 2, Fayard, 1997

[41] Revealed: The secret report that shows how the Nazis planned a Fourth Reich… in the EU, Mail Online, 9 de mayo de 2009.

[42] Ibíd.

[43] Citado en François Asselineau, op. cit.

[44] Colin Ross, L’avènement d’une Nouvelle Europe dans le cadre d’un nouvel ordre mondial, 1941, citado en François Asselineau, op. cit.

[45] http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=45973

[46] https://www.legrandsoir.info/Les-USA-votent-OUI-a-la-Constitution-Europeenne

[47] ¿Qui gouverne la France et l’Europe?, Conferencia de François Asselineau, 27 de abril de 2012, https://www.youtube.com/watch?v=Bb8dB7d3BdE&t=10401s

[48] Ibíd.

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Acerca de Alexandre García

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Nacido en Francia y de formación comunista, me reivindico de la época más gloriosa del PCF y de la tradición gaullista. Fui el creador de la página Manos Fuera de China, país donde dejé parte de mi corazón. Ahora me interesa contribuir a clarificar el debate sobre la Unión Europea.

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