viernes, 19 de abril de 2024

Democracia a medias

Vivimos una mentira. Esta afirmación, que muchos tildarán de exagerada, ha tomado estos días una nueva dimensión con las informaciones aparecidas en torno a los momentos fundacionales del actual régimen político. El video donde el Presidente Adolfo Suarez reconoce, sin querer, la manipulación política realizada para apuntalar la Jefatura  del Estado en torno al entonces recientemente proclamado Rey de España, Juan Carlos I, nos vuelve a poner en situación de en qué manera se llevó a cabo la tan ensalzada Transición española.

Que el proceso llevado a cabo en los primeros años tras la muerte de Franco había estado dirigido o al menos condicionado por los elementos franquistas que continuaban en las altas estancias del poder era algo que ya sabíamos muchos y que durante años se ha venido denunciando para rebajar el tono triunfalista de aquellos que han calificado todo este tiempo aquel proceso como modélico. No puede calificarse como tal un periodo en el que las decisiones más trascendentales se tomaron bajo la amenaza de unos cuadros militares que no iban a permitir instaurar un modelo que rompiese con el régimen anterior y unos aparatos del sistema franquista puestos ex profeso para supervisar que todo se hiciese de la forma menos dolorosa para dicho sistema. Y la idea de que la población pudiese decidir volver a instaurar el sistema democrático previo al Golpe de Estado de Franco era del todo punto inadmisible. La confesión póstuma echa publica esta semana, en la que Suarez reconoce que no se llevó a cabo un Referéndum sobre Monarquía o República ya que según las encuestas que el gobierno de Suarez manejaban iban a perderlo, y para evitarlo se enfatizó la figura del Rey en la redacción de la  Ley para la Reforma Política con el fin de que al ser refrendada esta en el Referéndum del 15 de Diciembre del 76, la figura real quedase igualmente refrendada ad hoc.

Esta confesión ha venido a dar la razón a los que durante años hemos defendido, al contrario de lo que dicen los defensores de la Transición, que esta no fue un proceso impoluto en el que de repente, cual setas en otoño, surgió un sentimiento democrático espontáneo y oculto entre el aparato del movimiento nacional que, en colaboración con las fuerzas opositoras a Franco, ideó un proceso para traernos la democracia. Este relato, repetido de forma machacona durante los últimos cuarenta años, se ha demostrado falaz e interesado. Lo que realmente quería era ocultar el hecho de que se nos privó de poder elegir entre todas las opciones posibles, incluida la vuelta al Sistema Democrático Republicano.

Sacar de contexto todas las decisiones adoptadas entonces y afirmar que se hicieron de forma libre y voluntaria es una manipulación interesada de la historia para reforzar una posición política. No es comprensible que se nos prive de una parte del relato, porque tampoco permitirá a la población hacer una valoración justa del proceso que entonces se vivió y poder así hacer consideraciones sobre las consecuencias que aquellas decisiones han provocado en el devenir de la nación y cuyos efectos sufrimos en nuestros días. Si esta parte del relato se hubiese explicado dentro del contexto de conflicto latente, con unas fuerzas armadas controladas en buena medida por oficiales afines al Régimen, con un entorno de inestabilidad, podría haberse entendido muchas decisiones tomadas con el fin de evitar un nuevo conflicto fratricida. Pero el mero hecho de ocultarlo, de mutilar esta parte de la historia, demuestra que el fin último no era fomentar el espíritu conciliador del que se ha presumido por parte de los actores políticos protagonistas, sino el apuntalamiento de un sistema político decidido y programado mucho antes, en tiempos de aquel famoso “atado y bien atado”.

PD: Es curioso que una Ley como la 1/1977 de 4 de enero, para la Reforma Política, que en su concepción buscó manipular la voluntad popular para apuntalar la figura de la Monarquía frente a la República, ponga negro sobre blanco en su Artículo primero que “La democracia, en el Estado español se basa en la supremacía de la Ley, expresión de la voluntad soberana del pueblo”. Hipocresía en su máxima expresión.

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Acerca de Carlos Barrero

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Inconformista por naturaleza. Trabajador sanitario de la Comunidad de Madrid y aspirante a articulista. Militante de MIA y Ganemos Pinto.

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