sábado, 20 de abril de 2024

«Si no estás indignado, no estás poniendo atención»

La violencia supremacista en Charlottesville (Estado de Virginia) el 12 de agosto se cobró la vida de una mujer activista y dejó casi 20 personas heridas.

Heather Heyer, de 32 años, fue asesinada en un atropello masivo provocado por un hombre a favor de la marcha supremacista. Este hombre amparado por el contexto de provocación y brutalidad desatada por sus compañeros, se atrevió a realizar un atentado, aceleró su odio y embistió con su coche a cuantas personas pudo de aquéllas que se manifestaban en oposición al despliegue nazi en su ciudad. Este acto terrorista arrebató la vida a Heather, una mujer que, junto con todas las personas que allí se concentraron para oponerse, suponía una amenaza para su racismo, xenofobia, homofobia y violencia. Una mujer valiente con la que seguro no hubiera podido enfrentarse en corazón e ideas, con la que le hubiera podido explotar el cerebro si hubiera hablado, fue atropellada por luchar por los derechos de los demás, por no mirar hacia otro lado y comprometerse con su comunidad, por prestar atención a lo que sucede en la sociedad, por indignarse con las injusticias y manifestarse.

Pero Heather no fue asesinada por el color de su piel, fue la única víctima mortal, pero no fue la única en sufrir las consecuencias del odio supremacista. Ella en una de sus últimas publicaciones de facebook compartió la frase: Si no estás indignado, no estás poniendo atención.

No estaba dormido el fascismo, ese fin de semana se puso en pie y alzó el brazo sin ningún tipo de vergüenza. Una masa de mayoría de hombres deseaba que no fuera derribada una estatua que homenajeaba al General Robert E. Lee que estaba a favor de la esclavitud y que luchó en la Guerra Civil estadounidense en el bando confederado. Para ello exhibieron antorchas, fusiles de asalto, palos, cascos y escudos con esvásticas y otra simbología de afinidad nazi. Cantaban consignas de repulsa hacia los judíos y las personas migrantes, su expresión de odio era una demostración de cobardía «no nos reemplazarán», decían.

La suficiente cobardía como para necesitar salir a ostentar superioridad, pero además la suficiente permisividad y tolerancia de la gente y las autoridades como para provocar duros enfrentamientos, apalear y buscar sangre entre las personas que se opusieran.

¿Por qué permisividad y tolerancia hacia gente intolerante? ¿por qué se llegó hasta atentado? ¿por qué el asesinato de una mujer blanca hizo falta para poner atención? Porque hoy oponerse a la intolerancia te convierte en intolerante, hoy oponerse al fascismo es ser radical, hoy la palabra radical es negativa. Poco a poco, impacto tras impacto en la hegemonía cultural se busca que seamos cómplices de las desgracias con la indiferencia, han conseguido que creamos que lo más sensato es el silencio, no han querido que comprendamos la paradoja de que para ser tolerante tienes que dejar de tolerar la intolerancia.

En EE.UU no ha habido un repentino brote de nazismo, que Trump haya llegado a la Casa Blanca solo es una razón para poder desenmascararse. Las relaciones de reticencia con las personas nativas norteamericanas que aun viven en EE.UU ya existían, el gobierno había combatido a los nazis en la IIGM, pero luego había dado cobijo y pagado pensiones a militares nazis en la RFA. Las formaciones Ku Kux Klan, Alt-Right Movement y 4chan ya estaban en activo y promovían algo que no existe «pureza de la raza». Ha habido que torcer mucho la cara para que estos últimos citados tuvieran el beneplácito de ayudar impetuosamente en la campaña de Donald Trump.

Creemos que los «grupúsculos controlados» «los ultras radicales» surgen de la nada y que un día exhiben sus símbolos y se convierten en un ferviente clan fascista porque se les ha ido la cabeza. No queremos ver que están ahí porque absorbemos que «todas las ideologías son respetables», que sus ideas se impregnan en nuestra sociedad y que se hacen fuertes cuanto menos prestamos atención y menos nos indignamos.

Aquí en España no pensemos que es diferente, de hecho a muchas personas las imágenes de Charlottesville no se nos hacían tan sorprendentes ni tan ajenas. Aquí también hemos aprendido a no prestar atención e incluso a justificar los malabarismos que se utilizan para ocultar el ideario fascista. En España no nos alerta un «ni de izquierdas ni derechas», «no soy racista, soy patriótico», transigimos que se use la palabra feminazi, aceptamos que en islas españolas «grupos de extrema derecha» europea realicen actos racistas, también toleramos los tobillos vendados que cubren tatuajes de esvásticas y que se recoja comida para españoles para ocultar las multas por pegar palizas a emigrantes o españoles de color, miramos para otro lado si hay extorturadores no condenados campando a sus anchas, toleramos monumentos franquistas porque nos dicen que se hicieron con la intención de homenajear a los dos bandos y aceptamos las equidistancias con esos dos bandos, … Aun no se puede leer en los libros de texto la realidad, que solo hubo un bando en la Guerra de España: los golpistas, no se puede calificar de «bando» a un gobierno democrático.  Equidistancias que seguimos arrastrando y que hacen que no nos escandalicemos con las de hoy día, no es equiparable quienes se alzan para sembrar el odio o declarar una guerra con las personas que lo combaten.

De tolerar la intolerancia crece el fascismo, de absorber la hegemonía cultural dejamos de ser críticos y optamos por ser cómplices con nuestro silencio.

 

Irene Bluereason es militante del PCE e IU de Puente de Vallekas.

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Acerca de Irene Bluereason

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