miércoles, 24 de abril de 2024

La corbata que ahoga a Cebrián. Una reflexión sobre los medios

Mucho se habla hoy en día, y entiendo que a veces ya resulte tedioso y cansino hablar de ello, sobre la independencia de los medios y el papel del periodismo en un estado de derecho. Como no volver sobre lo mismo una vez parece cada vez más evidente lo que se repite una y otra vez. Por el contrario, hay que ser claros: en condiciones de lógica de mercado (capitalistas, neoliberales o como se quiera llamar) la información en ningún caso es independiente. Y creo además que en esto hay que ser muy claro y rotundos, y por supuesto no dejar de repetirlo. De no ser así podemos caer, precisamente, en el hoyo que en este sentido nos encontramos. La asunción de que los medios manipulan y, aun sabiéndolo, normalizarlo. Creo que esto es un desastre y que por ello es preferible ser pesado si queremos salvar la democracia en el futuro, aun corriendo el riesgo de que nos tomen por pesados.

El problema de hecho es bastante antiguo y, además, las respuestas que nos darán al criticarlo no cambiaran mucho de las de entonces. Recordemos que Platón hace unos 2400 años ya tenía problemas parecidos a los nuestros. El filósofo, sin embargo, no combatía dialécticamente ni con tertulianos de La Sexta noche ni con Informativos o programas sensacionalistas, sino contra los llamados sofistas. Estos usaban las palabras con el objetivo de hacer fuerte el argumento más débil, por lo que eran expertos en defender cualquier cosa. ¿Os suena verdad? El caso es que esto, para Platón, resultaba horrible a la hora de detectar algo así como palabras verdaderas, justas y bellas, y no digamos para llevar a cabo un proyecto político comprometido con estas ideas. Un reto condenado al fracaso, desde luego. La solución parece complicada sobre todo si tenemos en cuenta que para decir cosas verdaderas es necesario el discurso, precisamente aquello en lo que los sofistas y los tertulianos son expertos. ¿Cómo combatir a quienes son capaces de hacer fuerte el argumento más débil y, además, decir la verdad? Parece desde luego complicado. Sin embargo es ahí donde está el reto político e intelectual.

Para hacer una crítica a los medios de comunicación tengo, igual que ellos, que usar la palabra o el discurso. Igual que ellos necesito abrirme al público, usar un lenguaje comprensible y además que este produzca algún tipo de placer en quien lo lee. Por si no fuera poco estos podrían acusarme de hipócrita, pues encuentro el problema precisamente en el lugar que ellos creen que son libres: el lenguaje. La diferencia, como ya hemos dicho antes, está en los objetivos. Mientras cierto tipo de periodismo (el pantuflo, para entendernos) se dedica a usar el lenguaje para defender intereses de mercado (que sabremos cuales son dependiendo del mejor postor), la idea es que el lenguaje y la información también se pueden usar para decir la verdad. Platón, para hacerse entender, respondía a los sofistas con mitos y Aristóteles, en su respuesta, les refutaba en el discurso. Nosotros, 2400 años después, si queremos tener alguna oportunidad de decir la verdad y transformar la sociedad tenemos que actuar desde donde precisamente ellos son fuertes.

En muchas ocasiones, y enperiodismo_libre esto hay que hacer autocrítica, esto no ha sido así. La derecha supo adaptarse muy bien a los nuevos medios, a internet, a los dispositivos de comunicación de masas en todas sus vertientes y en general a toda forma de transmisión que fuera capaz de llegar al máximo de gente posible. Daba igual el precio a pagar y lo dura que fuera la adaptación, era necesario y punto. Sin embargo, nosotros, creíamos demasiado peligroso entrar al trapo; se perdería la esencia, se difuminaría la ideología, perderíamos la brújula de los principios y todo ese tipo de cosas que se han repetido hasta la saciedad. Es cierto que tenemos las de perder. El periodismo, como hemos dicho desde el principio, no es independiente y, además, está vendido al mejor postor. De hecho, pudiera llegar a parecer que eso que en la facultad llaman “ciencias de la información” no es sino el arte o ciencia de hacer fuerte el argumento más débil. Pero es o eso o la resignación. Pues sólo desde ese lugar donde el mercado es fuerte y la verdad es endeble es desde donde se pueden cambiar las cosas. Decía Lenin que el capitalismo en su obsesión por el beneficio es capaz de venderte la soga con la que después le ahorcarías. Parece evidente aquí que la soga es el discurso, pero a diferencia de los sofistas y los pantuflos, con objetivo de hacer una sociedad mejor.

Se nos acusará de ser como ellos por usar sus armas, sin embargo eso ocurre porque ellos se han ganado el derecho a usar el lenguaje. El periodismo no es lo que ellos dicen que es. La información no es lo que predica casi religiosamente Antena 3 y Telecinco rindiendo culto a los que nutren de dinero las cadenas. El periodismo o es subversivo, liberador y objetivo o es una estafa. Y creo que en la Facultad de las ciencias de la Información los estafadores van ganado y son mayoría (no todos). Han hecho que la información se convierta en mercancía para ricos. Un arma arrojadiza para intentar convencer a la gente de que es de noche cuando es de día. Ante esto sólo queda ser más listos y usar bien la soga de la que hablaba Lenin. Como Sócrates, en boca de Platón, del que se decía que era un pesado por sacar punta a cualquier detallito, nosotros, hoy y ahora, tenemos que seguir siendo pesados. La solución, denunciar la manipulación y proponer alternativas, aunque eso nos lleve a jugar en el mismo campo que ellos. Es lo que toca.

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Acerca de Sergio Sigüenza

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Estudiante de Filosofía y Sociología en la UCM.

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