martes, 19 de marzo de 2024

El Emperador y el Imperio

Esta semana pasada se han cumplido lo peores vaticinios posibles: El neofascista, el empresario que perdió 1.000 millones de dólares en 1995, el showman televisivo de realitys, payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo, Donald Trump y su discurso, tenebrosamente reaccionario que no sólo no esconde sino con el que dobla la apuesta y se jacta con todos nuestros miedos más atávicos, se han impuesto en las elecciones del Imperio.

Este triunfo implica una doble derrota sin paliativos. La del neoliberalismo, como creador de pobreza, miseria, exclusión, incertidumbre y desigualdad. Y la de la izquierda americana, incapaz de ofrecer una alternativa ante semejante monstruo, llegando a su esquizofrénica delegación en Hillary Clinton.

Fruto de las políticas neoliberales de las diferentes administraciones del Imperio, junto a la incapacidad de la izquierda para ofrecer soluciones, se han generado enormes bolsas de pobreza, miles de trabajadores sin empleos o con miedo a perderlo por los procesos neoliberales de desindustrialización y deslocalización. Junto a esto surge el temor de la clase media a perder su estatus que ha traído consigo el desmantelamiento del estado de bienestar que conocían en estos últimos años.

Todo esto ha servido para que Trump, a pesar de ser un empresario y por tanto un capitalista, haya bombardeado continuamente con un discurso antineoliberal como origen de los males: repudio público y constante al TTIP o NAFTA, incluso a la OTAN, ofreciendo como alternativa el retorno a medidas económicamente proteccionistas y políticamente aislacionistas, nada más alejado del credo neoliberal de los Chicago Boys, y que ha conseguido llegar al corazoncito de la clase obrera y media del Imperio.

El discurso esbozado por este personajillo, tanto en las primarias republicanas como durante la campaña electoral, es la perfecta definición del más puro populismo fascistoide. Continuas apelaciones racistas, homófobas y misóginas confrontadas con su experiencia de empresario y político autohecho (american dream) que se permite el lujo de autofinanciar su propia campaña sin ayuda de lobbys. Además observamos que sus iguales, los Le Pen, Viktor Orban, Beppe Grillo, Nigel Farage, Wilders, Putin, los perturbados del AfD, del Ku Klux Klan o de la Asociación Nacional del Rifle, no han perdido el tiempo en felicitarlo, y felicitarse, por su triunfo.

También conviene recordar las características definitorias del fascismo, expuestas por Umberto Eco en una conferencia de 1995 titulada “El fascismo eterno”, y que muchas de ellas coinciden siniestramente en la persona de Trump:

  • Explotación y exacerbación del miedo a los diferentes, desprecio por los débiles y xenofobia. La deportación de millones inmigrantes, la prohibición de entrada al país de los musulmanes o la construcción de un muro en la frontera mexicana son sus propuestas de sobra conocidas a estas alturas.
  • Llamamiento a las clases medias frustradas. La depauperación y desmantelamiento del estado de bienestar y del american way of life.
  • Machismo y homofobia. La frase aquella de “a las mujeres las cojo por el coño” no necesita más explicación.
  • Culto a la tradición y a un pasado glorioso. El lema usado en la campaña, Make America great again, ilustra perfectamente este punto.
  • El enemigo (el inmigrante) es a la vez muy fuerte y muy débil (quitan trabajos pero podemos echarlos) y el “buenismo” con ellos es igual a colusión con el enemigo.

En el lado opuesto nos encontramos a Hillary Clinton, la histriónica baza antiTrump. Una política patrocinadora de guerras catastróficas, la misma enajenada mental que armó a ISIS tras identificarlos como “rebeldes moderados” o ser la responsable de estados fallidos como el caso libio, en donde se estaba mal pero se ha demostrado que se podía estar peor. La misma persona, tras 20 años encadenando cargos públicos, que en 2014 reconoció que no recordaba conducir ya que iba a todos lados en coches oficiales. La candidata que en su día rescató bancos a costa de personas, que su campaña fue financiada por Goldman & Sachs, y que tenía el respaldo y confianza de los halcones de Wall Street.

Hillary Clinton, con todo esto y más, era reconocida como la candidata dinástica del stablishment, y por tanto como parte del problema. Como remate, y aparte de no plantear ningún tipo de alternativa, su estrategia electoral consistió en no buscar ningún tipo de confrontación con Trump y esperar a que se autodestruyese él sólo con las barbaridades que verbalizaba. Los resultados dan una idea de tamaño despropósito electoral.

En definitiva, la pesadilla Trump ha sido creada por todos: unos, el neoliberalismo, como consecuencia del más puro interés acumulativo capitalista que deja en la cuneta a los que se quedan por el camino sin más alternativas. Nosotros, la izquierda, por no ser capaces de construir un relato y una realidad discursiva que diera las soluciones que demandaba, y que aún sigue demandando, la sociedad a raíz del más salvaje e inhumano capitalismo actual.

Para evitar que surjan otros Trumps es necesario conocer a las sociedades de masas que dan lugar a estos monstruos. Personajes de esta calaña encuentran el terreno abonado cuando los individuos de las sociedades se despreocupan de los asuntos públicos y se centran únicamente en los intereses privados; las personas se aíslan, lo que provoca la muerte de la pluralidad; y surge el sentimiento de pérdida de lo común y de pertenencia a una comunidad.

La primera característica hace que se deriven las otras dos, por lo tanto para evitar que psicópatas mesiánicos como Trump lleguen a ser se hace necesario, y siguiendo a Arendt, politizar el espacio público, que las personas reflexionen, juzguen, se cuestionen, en definitiva , que piensen por sí mismas. Y para politizar el espacio público es imprescindible que la política se haga desde la base, que todos sean partícipes, camino que ya mostró el 15M.

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Acerca de Jonathan Rubio H

Caminando por el mundo tratando de cambiarlo. Militante de IU y PCE en Santa Cruz de Tenerife y de algún que otro movimiento social

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